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El restablecimiento temporal de los controles en las fronteras de los países europeos del espacio Schengen con motivo del G7 bloqueó en Italia a cientos de inmigrantes que terminaron acampando cerca de las estaciones de tren de Roma y Milán, donde se registraron enfrentamientos con la policía.
La Estación Central de Milán, la de Tiburtina, en Roma, y sus alrededores se parecieron en varias ocasiones a campamentos de refugiados. En ellos permanecían cientos de inmigrantes, que tenían la intención de dirigirse hacia el norte de Europa, pero no pudieron continuar su viaje, al restablecerse los controles en las fronteras con motivo de la cumbre de las potencias del G7 en Alemania.
En Milán, más de 100 personas, en su mayoría mujeres y niños, fueron trasladadas por la noche de la estación hacia centros de acogida y las autoridades locales seguían ofreciendo este viernes a los inmigrantes que aún permanecían en la zona de la Estación Central la posibilidad de realizarse un chequeo médico, en medio de temores por los casos de sarna.
En Roma, los inmigrantes estaban empezando a armar de nuevo el campamento, después de que la policía lo desmontara por la fuerza.
John, un estudiante eritreo de 18 años, está en la estación desde hace tres días y tiene la intención de irse para Noruega. "Sin embargo, ahora es muy difícil cruzar la frontera", dice.
El llamado Espacio Schengen suele permitir a los inmigrantes que llegan a Italia viajar a países como Francia, Austria, Suiza y Eslovenia, desde los que procuran llegar a Gran Bretaña, Alemania o Escandinavia.
No obstante, la suspensión de la libre circulación con motivo del G7 y la intensificación de los controles en trenes y autobuses dificultó estos viajes y muchos de ellos permanecieron en Italia, donde ya están alojados unos 76.000 inmigrantes.
Million, otro eritreo de 28 años, se quedó varado en Milán. "Si mal no recuerdo, la última vez que me dieron una verdadera comida fue en el avión hacia Italia", cuenta. "No puedo criticar en todo a los italianos porque nos salvaron la vida a la mayoría de nosotros (en el mar), pero ahora aquí estamos, no hacen nada con nosotros", agrega. "No tenemos más remedio que dormir debajo de unos arbustos, comer galletas, beber agua y vivir como vagabundos. Esto no es vida, pero si ya te tomaron las huellas digitales, no puedes ir a ningún lado", lamenta. Al preguntarle si piensa en la posibilidad de regresar a su país, responde: "Nos meterían en la cárcel. Tiene que entender que Eritrea es como una dictadura".
En la estación de Tiburtina, Giorgio De Acutis, de la Cruz Roja, afirma que en la mayoría de los casos, los inmigrantes no se quieren quedar en Italia. "Se quieren ir hacia el norte de Europa, pero al restablecerse los controles en las fronteras se creó un embotellamiento. En la noche del miércoles, había 700 personas aquí mismo", explicó.
Mary Stuart-Miller, una británica que ayuda a la comunidad religiosa de Sant'Egidio y reparte comida a los inmigrantes y a los italianos sin techo que se reúnen alrededor de la estación, dijo que el campamento, en el que hay principalmente somalíes y eritreos, se estableció en los primeros días de junio. "Cuando uno ve lo rápido que apareció, cómo surgió literalmente de la nada, le queda bien claro ante qué tipo de bomba de relojería estamos", declaró.
Bianca Maldifassi, una trabajadora de una organización caritativa de Milán, consideró que las cosas están empeorando. "Estamos en junio, pero dentro de un mes va a haber ratas gigantescas corriendo por todos lados. Básicamente, la gente duerme y va al baño aquí mismo".