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El momento en que los poderes públicos olvidaron que el protagonista principal era el pueblo
Hoy celebramos el treinta y cinco aniversario de la Constitución Española aunque eso de celebrar debiéramos ponerlo entre comillas porque salvo las manifestaciones protocolarias que cada año tienen lugar, el pueblo, ese en el cual según la norma reside la soberanía nacional, lejos de sentirse actor principal se siente pelele utilizado en una farsa orquestada.
Las cosas tienen que ser así porque tienen que ser y si no son, al menos tenemos una norma que nos dice como deberían ser y con eso: ¡Todos contentos! Esta proposición bien podría resumir el ideario constitucional que cuando habla de derechos que no se cumplen como el derecho al trabajo o a la vivienda, ya se encargan los gestores de la democracia en justificar con declaraciones de buenas intenciones.
Solamente se baja a la letra pequeña cuando interesa y por ejemplo en el articulo 71, cuando se habla de que los diputados y senadores gozarán de inmunidad y no podrán ser inculpados ni procesados sin la autorización de las Cámaras, ahí si que hay que respetar la ley y por culpa de este artículo, las Cámaras pueden convertirse en el refugio seguro del que tenga alguna posibilidad de ser requerido judicialmente por asuntos anteriores. La amplia capa de los que ejercen el poder legislativo cubre y tapa las vergüenzas pasadas.
Y no solo las Cámaras se cierran en banda en defensa de éste artículo, los partidos políticos que éticamente deberían dar el primer paso de suspender temporalmente a esas personas como representantes públicos bajo sus siglas en tanto en cuanto no se aclarase su responsabilidad judicial, optan por negar la mayor y contribuyen de forma burda a la farsa quemando documentos, borrando archivos y llegando incluso a buscar cabezas de turco que asuman bobaliconamente todas las responsabilidades.
La Constitución tiene ya 35 años pero al pueblo español aún no se nos reconoció la mayoría de edad
La Constitución tiene ya 35 años pero al pueblo español aún no se nos reconoció la mayoría de edad y por eso resulta tan fácil que se nos digan las mentiras que se nos dicen y que nada tenga consecuencias. Ya no se paran ni a elaborar un discurso que parezca medianamente creíble. Total, al fin de cuentas ¿que poder tiene el pueblo para opinar y decidir más allá de las urnas cada cuatro años? Y eso por desgracia también está atado y bien atado.
¿Somos los españoles iguales ante la Ley? ¿Alguien en este momento está seguro de eso cuando vemos al ministerio fiscal actuar de abogado defensor en según que casos?
¿Todos tenemos que contribuir con nuestros impuestos al Erario Público y el peso de la Ley caerá sobre aquel que defraude o incurra en malversación de fondos públicos o esto sólo depende de la ilustre cuna donde cada cual haya nacido?
Este cumpleaños, para muchos nada de feliz, es la crónica de una muerte anunciada y esos paños calientes que los poderes públicos tratan de poner, lejos de ser cuidados paliativos sólo contribuyen a que el pueblo se sienta día tras día, engañado, ninguneado y olvidado, ese mismo pueblo que un día creyó en la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.
Lola Duque