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La gestión gubernamental, en ese sentido, responde a la apertura de canales comunicantes entre la sociedad y el régimen. Pero claro, eso supone riesgos muy importantes, donde la experiencia histórica es otra vez determinante
Se ven venir los llamados Comités de Defensa de la Revolución Ciudadana, y con ellos una embestida mediática nada despreciable de la oposición. Los argumentos serios que se han tejido sobre el tema escasean, mientras la opinión pública exige aclaraciones.
Para empezar, la estrategia gobiernista parece mal planteada desde su inicio, pues el presidente Correa hace el anuncio de ésta medida en una tarima protagonizada por Raúl Castro de Cuba y Hugo Chávez de Venezuela, dando suficientes excusas para que los voceros del desastre hagan caldo de cultivo de estas declaraciones.
Empecemos por reconocer nuestra necesidad de construir espacios de comunicación y acción ciudadana que los partidos y movimientos políticos esquivaron de responsabilidad históricamente. En su momento sirvieron nada más que de tarima para agitar aspiraciones electorales, y nada más. Los altos márgenes de apatía política dentro de la ciudadanía responden a la ausencia de cauces de participación popular que fueron cooptados por los grupos políticos dominantes.
Éste puede ser el nacimiento de un contrapoder popular tan importante que condicione al poder institucionalizado en un verdadero ejercicio de democracia y participación
La gestión gubernamental, en ese sentido, responde a la apertura de canales comunicantes entre la sociedad y el régimen. Pero claro, eso supone riesgos muy importantes, donde la experiencia histórica es otra vez determinante. En la Revolución bolchevique de 1947 se pusieron en marcha los denominados ‘ sindicatos reaccionarios’ para sostener las políticas revolucionarias de gobierno comunista y asistir a los soviets. Lenin diría: ¿deben actuar los revolucionarios en los sindicatos reaccionarios? Pará él la respuesta era clara, pues ‘ por convencidos que estén los comunistas ‘ de izquierda’ alemanes del carácter revolucionario de semejante táctica, ésta es radicalmente errónea y no contiene más que frases vacías’ . [V.I. Lenin, 1966: 37].
En Cuba, por ejemplo, todos tienen derecho a la educación, pero a la que impone el gobierno castrista. En todas las aulas de clase hay tres imágenes de Fidel y nadie puede oponerse porque la educación es gratuita. Lenin advierte a nuestra realidad el riesgo de adoctrinar a la gente. Tampoco faltará el reclamo de la más hedionda derecha que dirá que ‘ el populacho no piensa, porque no es educado’ .
Éste puede ser el nacimiento de un contrapoder popular tan importante que condicione al poder institucionalizado en un verdadero ejercicio de democracia y participación.