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Los islamitas exigen respeto para el profeta Mahoma, sin embargo, son irrespetuosos de las vidas ajenas y de las autoridades religiosas
En estas largas vacaciones, pasé buena parte de este tiempo descansando y navegando por Internet, escribiendo sobre política en otros sitios web y descargando información importantísima que me mantengan al día de lo que sucede en el mundo.
Me causó gran pesar los viles asesinatos de cuatro diplomáticos estadounidenses en Bengasi, Libia, entre los cuales estaba el embajador Chris Steven, a manos de extremistas fundamentalistas religiosos islamitas, quienes con ánimos de conflictividad y temeridad, se atrevieron a retar de esta forma a la nación más poderosa en el campo militar, los Estados Unidos de América; pensando infundir terror ciego a los americanos y que su gobierno no reaccionaría gallardamente ante tamaña lesión a su propia soberanía, penetrando el area soberana de la embajada en Libia y efectuando dichos asesinatos.
El gobierno del presidente Barack Obama, con todo el derecho a brindar seguridad a sus connacionales funcionarios de gobierno, como cualquier otro gobierno del mundo, ordenó el traslado de cien soldados, dos naves de guerra, el USS LABOON y el USS MCFAUL, aviones drones a Libia y Yemen; el nombramiento de una comisión investigadora de los actos delincuenciales en Libia y el traslado de expertos del FBI para las complementarias investigaciones. Reafirmando el gobierno de Obama, congruencia firme en la lucha contra el terrorismo, en las declaraciones del secretario de Defensa estadounidense Leon Panetta, referentes a que su país debía “estar preparado en la hipótesis de que estas manifestaciones” prácticamente adquiriesen mayor magnitud.
Por lo que se ha leído en las noticias provenientes de aquellas regiones conflictivas, tras todo este torbellino de muerte y violencia, se ha detectado el aprovechamiento y al parecer hasta la planeación de la red terrorista internacional Al Qaeda, la cual, atizando el erróneo ultrafanatismo religioso, ha instigado a los protesatantes salafistas para atacar a las embajadas en el medio oriente y asesinar a sus embajadores, pretendiendo así recobrar el protagonismo siniestro, el reconocimiento político-religioso con el que contaban antes de que fuese ajusticiado su máximo líder, Osama Bin Laden y sus principales secuaces. Esto además de ser innegable y verdadero, debe germinar en nuestro raciocinio, el aborrecer decididamente acciones como estas, al menos. ¡Si los islamitas quieren paz en sus naciones, ellos deben también comportarse pacíficamente!
Dos han sido los soportes argumentales reales para tales acciones, el primero, el sentir religioso islámico palanqueado por la susodicha red terrorista en rechazo al film La Inocencia de los musulmanes, que ni siquiera fue patrocinado por el gobierno estadounidense, sino por Nakoula Basseley Nakoula (conocido como Sam Bacile), quien por propia iniciativa decidió crearlo; yel segundo, la “venganza” por los ajusticiamientos del segundo al mando de esta red en Yemen, el saudí Said Alí Al Shehri y a otros seis terroristas que le acompañaban, así como también, el ajusticiamiento en Pakistán del segundo al mando también de esta misma red, Abu Yahya al Lib, esto último reconocido pública y oficialmente por Al Qaeda.
La mezcla diabólica y explosiva de un exacerbado fanatismo religioso y una extrema sed de venganza política antiestadounidense,
Nuestro Señor Jesucristo resumió todos los diez mandamientos del Viejo Pacto en dos: el primero, ”Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente” y el segundo, “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Pero no solo eso, el Señor Jesús traspasó ese límite regulativo y pinceló la verdadera personalidad del Dios de todos los cristianos y la suya propia, cuando dijo: “Amad a vuestros enemigos”, algo bastante difícil de realizar, pero que el Señor Jesús nos actualizó con su propio ejemplo de mansedumbre, obediencia y sacrificio personal en aras de salvar al mundo entero de las garras del maligno.
Este sí fue un verdadero ejemplo de lo que debe ser el comportamiento humano para con nuestro Dios Todopoderoso y para con todos los humanos, incluso para con nuestros enemigos. Además, el Dios de los cristianos, no es un Dios que nos obliga a actuar de una u otra manera, no nos impone su pensamiento, contrariamente ha concedido al hombre la libertad de escoger entre el bien y el mal, pero no sin antes advertirnos del letal peligro de toda mala elección y de todo accionar contrario a sus propias leyes.
Así pues, tras las sangrientas protestas de los islamitas en varios países, solo creo ver una conjura internacional terrorista, el oportunismo cuyuntural de Al Qaeda, así como la mezcla diabólica y explosiva de un exacerbado fanatismo religioso y una extrema sed de venganza política antiestadounidense, que nada tienen que ver con el respeto mutuo, la convivencia pacífica; las libertades de pensamiento, expresión y credo religioso, como parte de los Derechos Humanos y del ordenamiento jurídico de las naciones modernas.
Resultando altamente contrastantes las declaraciones del portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Ramín Mehmanparast, el pasado 20 de septiembre, expresando: “La República Islámica de Irán condena con firmeza los insultos a la santidad islámica y se solidariza con los sentimientos heridos de la nación musulmana”, cuando los islamitas de forma completamente autoritaria y arrogante, siempre están irrespetando la dignidad y vitalidad humana ajena, amenazando y denigrando a cualquier otra autoridad civil y religiosa.
Las actitudes manifestadas por estos protestantes islamitas, pintan macabramente a un dios contrapuesto a las características del verdadero Dios, un dios con tantas o mayores fallas que las de los humanos comunes y corrientes, altamente guerrerista y destructor físico de sus enemigos doctrinales. Estos verdaderos terroristas islamitas solo se están develando en su real dimensión bestial y sangrienta, con rasgos desfigurados por la sangre humana derramada de forma desleal que salpica sus propios rostros y el del dios que dicen glorificar. ¡Vaya forma de glorificar y santificar a su dios!
Así pues, tras las sangrientas protestas de los islamitas en varios países, solo creo ver una conjura internacional terrorista,