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Una sección del Profesor
(No apta para menores de edad ni mentalidades mojigatas)
Aún recuerdo aquella noche en que la conocí. Era cubana, de Varadero, pero había venido a España a buscarse la vida, como antes ya habían hecho miles y miles de sus compatriotas. Se llamaba Odalys, eso fue lo que me dijo, y no tenía motivos para decirme una mentira, aunque igual se llamaba Ernestina, Rosamari o Luzdivina, a mi desde luego me habría dado igual, aunque Odalys, me sonaba a princesa de relato Vikingo, y estaba muy buena. Mulata, un "cañón". Podría haberla conocido en un lugar paradisiaco del Caribe, pero como ya dije, estábamos en territorio nacional español, concretamente en un puticlub, "El Clavel Rojo", para más señas. Esa es la verdad, y así la cuento.
Me encontraba en la barra tomando una copa, y se acercó a mí, la invité, sin preguntarle (ellas toman agua, aunque el cliente siempre paga el precio que vale una "copa", así que poco importaba pedirle, whisky, ginebra o un Cacaolat), algo que ella sin duda, me habría pedido, así que tan solo me adelanté a sus deseos (sería mejor decir, necesidades laborales). La muchacha, no se anduvo con rodeos, mientras con su mano derecha se tocaba los pechos, más bien se los acariciaba, invitándome con su mirada, a que yo participase del magreo, pero en la habitación, del piso de arriba, y por supuesto, previo pago de la tarifa, bastante elevada por cierto, pero cuando comencé a chuparle los pezones, fui consciente de que la inversión había merecido la pena, y eso, que el festín no había hecho nada más que empezar.
En una casa de putas, todo Dios tiene que pasar por caja, incluso los "guaperas", tan engreídos ellos, que piensan que pueden follar por la cara. Como si las chicas, "trabajadoras de la noche", estuvieran en el lugar, por puro vicio, aunque hay que reconocer, que también las hay viciosas, muy, pero que muy viciosas. No era el caso de Odalys, y lo agradecí, porque no me trató como a un cliente, y me hizo sentir, como si yo fuera "su pareja", y eso, unido a mi imaginación, me hizo disfrutar de una estupenda noche. Al placer físico se sumó el psicológico. Doble satisfacción pues, aunque, el recuerdo de aquel polvo me persigue, ya que jamás he logrado igualarlo, ni con "profesionales", y mucho menos con aficionadas. Así que siempre me acuerdo de Odalys (¡ande andará!), y la mantengo siempre en el Ranking más alto de mis experiencias copuladoras.
Fran Laviada