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Estimado presidente Rajoy, hoy me gustaría que se sincerara de verdad con sus conciudadanos y con su propia conciencia. Cuando se mira al espejo antes de acostarse por las noches…
¿Piensa en algún momento en esos jubilados con pensiones mínimas, cuyo poder adquisitivo cada vez es menor y quienes, en numerosas ocasiones, deben escoger entre alimentarse bien o comprar sus medicinas?
¿Se le pasa por la cabeza qué sentirán esas familias que han sido desalojadas de sus hogares, al no poder seguir efectuando el pago del alquiler o la hipoteca, tras haberse quedado sin trabajo uno o varios de sus miembros?
¿Qué cree usted que sentirá un/a menor cuya madre ha perdido la vida a manos de su padre, a quien la víctima había denunciado en varias ocasiones y tenía una orden de alejamiento?
¿Se imagina el sufrimiento de unos padres cuyo hijo/a ha preferido quitarse la vida a seguir soportando la humillación y el maltrato de sus compañeros de colegio o de su mismo barrio?
Si en verdad estas y muchas otras desagradables interrogantes de la triste realidad española, se le han cruzado por la mente alguna noche antes de irse a dormir, déjeme decirle que usted es uno de los pocos, por no decir el único, que tiene en sus manos la posibilidad de reducir esa lista de preguntas que nadie quiere hacerse pero que, en un momento u otro, todos nos hemos planteado. Por eso hoy, estimado presidente, “me gustaría que se sincerara con sus conciudadanos y con su propia conciencia”.