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Hay quienes ofrecen desde un lápiz mágico hasta la majestuosa e imponente Torre Eiffel y parece que nada detiene a estos «encantadores de serpientes» que suelen camuflarse de políticos, religiosos, líderes, etc
Todos podemos ser víctimas de hechos fraudulentos, cuyos resultados pudieran poner en riesgo los intereses e incluso nuestra propia existencia, de manera que es importante desconfiar y jamás repetir el axioma que reza, «dispara primero y averigua después».
Existen diferentes tipos de ofertas que a simple vista parecieran ser bastante halagüeñas, sin embargo, por el simple hecho de no atrevernos a discernir las circunstancias, permitimos que la espada de Damocles gravite sobre nuestras cabezas.
Por ningún motivo debemos permitir que el subconsciente tome la iniciativa de responder ante cualquier propuesta, cuyo efecto pudiera ser irreversible. Es preciso respetar la luz amarilla intermitente de nuestro «semáforo interno», que nos alerta a tener sentido común para transitar libremente y sin inconvenientes que lamentar.
¿Cuántas veces no hemos aceptado un trato y poco tiempo después comienza nuestra cabeza a llenarse de dudas, hasta sentirmos culpables por tan acelerada decisión?
Tiempo y espacio son factores que nos separan del instinto de reacción ante oportunidades que lucen atractivas a primera vista, no obstante, para evitar males mayores es preciso postergar la respuesta y poner las posibilidades en perspectiva, si el ofertante exige una pronta decisión es mejor renunciar de inmediato para evitar males mayores.
Siempre debemos estar atentos ante las habilidades utilizadas por ciertos «vendedores» que buscan crear un nicho con el objeto de lograr sus caprichos. Casos como estos lo podemos apreciar en empresas publicitarias quienes a través de órdenes subliminales intentan atrapar compradores con el objeto de aumentar sus ganancias de manera considerable.
Las estrategias de manipulación libradas por amigos o compañeros es otro tipo de persuasión que no debemos tolerar, ya que nos entregamos a sus exigencias como esclavos de auténticas sombras mandantes.
En ocasiones nos dejamos influenciar por una mirada o un gesto elocuente de aprobación y entendemos como un «tómalo ya», anulando la capacidad de discernimiento. Esta afirmación nos estaría tendiendo una gigantesca red, cuyo desenlace hasta un niño pudiera adivinarlo acertadamente.
Y recuerde que cuando éramos niños, nuestros padres nos tenían prohibido hablar con extraños y ahora es preciso desempolvar ese valioso consejo, además debemos impedir el acceso de personas desconocidas al interior de nuestras viviendas o lugares de trabajo.
Autor: Alfredo Pirela Velásquez