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Tienen las manos achicharradas de ponerlas sobre el fuego por el caso Blanco, pero no les importa. Ellos erre que erre. Les da lo mismo. Están tirando con alegría y celeridad la casa por la ventana
JAVIER DYSART
Son manirrotos y adictos al derroche. Tienen las manos achicharradas de ponerlas sobre el fuego por el caso Blanco, pero no les importa. Ellos erre que erre. Les da lo mismo. Están tirando con alegría y celeridad la casa por la ventana. Se trata de dejarlo todo arrasado. Les quedan pocas horas para instalarse en el paro, pero siguen empeñados en dejar la colmena con las avispas famélicas, las celdas sin reservas, las estancias sin recursos. Quieren que el nuevo enjambre no encuentre nada, ni el más mínimo rastro de miel. Debe de quedar todo arrasado. Además, la nueva reina tiene que afrontar un gobierno hipotecado.
Desde el pasado 20N, incluso antes, las avispas revoletean sin rumbo por los avisperos. Pero antes de emprender el último vuelo, aguijonean su veneno por aquí y por allá. Son varios los frentes abiertos y aprovechan hasta el último momento. La avispa reina, que ya ha anunciado que se queda en una colmena madrileña, no descansa en ordenar ascensos y cargos, de mayor rango y escalafón, en pro de los afines sin porvenir fuera del avispero. Además, como lo suyo es libar con frenesí hasta el último euro, antes de salir decreta nuevas y millonarias subvenciones para los proyectos, causas y ocurrencias progresistas que su factoría ha producido en los últimos años, aunque haya sido a costa de crear miseria nacional.
Y ahí están las ministras en funciones Leire Pajín, Angeles González Sinde, y Trinidad Jiménez, repartiendo sin control millonarias subvenciones
Como no podía ser menos, en esa alocada carrera de despedida, las avispas delegadas para la catástrofe nacional clavan con avidez los aguijones del despilfarro. Todas ellas cumplen disciplinadas la consigna. La deuda acumulada debe finalizar con más deuda. Y ahí están las ministras en funciones Leire Pajín, Angeles González Sinde, y Trinidad Jiménez, repartiendo sin control ni decencia millonarias subvenciones a fundaciones, asociaciones, y a grupos de progresía afín .
A ellas, como al jefe, les da lo mismo haber finalizado su nefasto periodo gubernamental, el estar en funciones, el no tener legitimidad moral para comprometer nuevas subvenciones ni nuevos compromisos que supongan lastre para los nuevos gestores. Van a lo suyo, a sus intereses, y lo hacen así porque carecen de ética, de escrúpulos, de honorabilidad, de principios, de respeto, de sensibilidad.
En realidad es la conciencia desviada.
Es la incultura.