¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Antonio Rodríguez Jiménez escriba una noticia?
En solo una semana el mundo ha asistido perplejo al derrumbe del estado afgano frente a una vertiginosa ofensiva talibán. La caída en solo diez días del Afganistán pro-occidental construido en veinte tortuosos años tras la intervención internacional acaudillada por EEUU tras los atentados del 11-S
"La tumba de imperios", es el apodo que Afganistán ha recibido tras expulsar de su territorio a los imperios que han tratado de conquistarlo. Gran Bretaña fue derrotada en Afganistán en tres guerras consecutivas durante el siglo XIX e inicios del XX, en el apogeo del Imperio Británico, en las que el único beneficio que obtuvo fue apuntarse victorias sobre el campo de batalla por las que conservó su Imperio Indio libre de invasiones afganas, pero que no le permitieron controlar de forma efectiva Afganistán.
La Unión Soviética también se implicó en un guerra de guerrillas agotadora desde 1979-89 con el objeto de apoyar un gobierno títere pro-soviético en Kabul, retirándose sin lograr controlar el país y abandonando a ese régimen vasallo a su suerte que solo resistió tres años al enemigo tras su partida.
Aunque con matices la historia parece haberse repetido este verano de 2021 en que el régimen que emulaba ser democrático que implantó los EEUU, con ayuda de otras 50 naciones de occidente, y que pretendía sacar a Afganistán de la edad media y llevarlo al Siglo XXI se ha derrumbado súbitamente antes incluso de que las tropas EEUU completaran su repliegue y superando las más pesimistas previsiones.
Queda mucho por analizar de este fracaso de EEUU y occidente en su conjunto pero con los talibanes en el poder y controlando el país en su practica totalidad, salvo quizá el Valle de Panshyr, debemos empezar a analizar las causas identificadas hasta el momento de este desastre.
La retirada de Afganistán
El anuncio de retirada de occidente de Afganistán era un rum-rum que se oia en todas las cancillerías occidentales desde que en 2016 la OTAN con los EEUU a la cabeza, puso termino a sus principales operaciones militares dejando la iniciativa contra los talibán al Ejército Nacional Afgano, ANA, apoyado eso si por occidente tanto en poder aéreo como asesoramiento directo en temas de combate, empezaba a cumplirse el augurio dictaminado por los mismos talibán al inicio del conflicto en 2001: "Ellos tienen un reloj, nosotros tenemos el tiempo".
Era una estrategia simple pero plenamente efectiva, mantener una guerra de guerrillas prolongada y con el mayor impacto posible en todo lugar y momento que terminara hastiando al enemigo occidental, que al final optaría por marcharse cansado y aburrido de sostener una guerra de desgaste interminable.
La estrategia no era tampoco perfecta pues la superioridad táctica y tecnológica occidental le permitía un dominio general del campo de batalla, de hecho los ejércitos occidentales nunca fueron derrotados en combate, ganaron la practica totalidad de las batallas infligiendo a la insurgencia un castigo en bajas desproporcionado, las estadísticas evalúan en 38.000 los insurgentes abatidos por la OTAN en combate frente a solo 4.134 caídos propios, a sumar 13 soldados de EEUU caídos en un atentado con bomba en el aeropuerto de Kabul en los últimos días de la evacuación, de la totalidad de naciones involucradas en el conflicto afgano, hasta 50.
La desproporción de perdidas en combate es escandalosa pero este factor tiene una segunda cara, pues mientras acostumbrados a cuarenta años de guerras incesantes los afganos, y los talibanes en concreto, podían psicológicamente soportar sus perdidas y asumir sus fracasos, mientras en occidente la muerte de un solo soldado caía como una maza en la moral de cada nación participante en la misión.
Era evidente que este goteo de bajas y el incesante coste monetario de la guerra y sostener el estado afgano generaba una erosión en occidente que terminaría con la conclusión evidente de la retirada, la forma y fondo de ella era lo único que estaba en cuestión.
Es una lección repetida de la Guerra de Vietnam y en la anterior Invasión Soviética, una fuerza guerrillera motivada y determinada puede soportar sus perdidas y encajar derrotas tácticas en el convencimiento que esa perseverancia y el castigo continuo que inflijan al enemigo les permitirá a la larga expulsar al invasor, a sabiendas que el hartazgo será lo que les haga desfallecer.
Una anécdota histórica ilustra este hecho, tras la Guerra de Vietnam y la distensión posterior entre Vietnam y EEUU y el restablecimiento de relaciones, una delegación de mandos estadounidenses se entrevistó con sus homólogos vietnamitas. Los estadounidenses argumentaron que nunca perdieron una batalla importante en la guerra e infligieron unas perdidas terribles y desproporcionadas al enemigo, los vietnamitas replicaron: “Puede que tenga usted razón, pero en el resultado final de la guerra eso es irrelevante”.
Un abandono por agotamiento
Ya la administración Obama empezó a dejar patente las muestras de cansancio que en la sociedad americana, y por ende en la occidental, padecía por una guerra tan larga, por ello en 2016 la OTAN cesaba sus grandes operaciones militares y dejaba el peso de la lucha al Ejército Nacional Afgano, ANA, y a la Policía Nacional Afgana, PNA, encargadas de esta lucha pero con el apoyo aéreo y asesoramiento militar occidental de su lado, lo que podría pensar que apoyado y con un estado en proceso de reconstrucción y poniendo bases hacia la modernidad este resistiera el empuje talibán.
Y quizás este apoyo hubiera bastado de haber sido Hillary Clintón la ganadora de las elecciones en los USA, pero el pueblo americano en una decisión infantiloide optó en 2016 por votar al histriónico magnate Donald Trump para presidente.
En ese aspecto la llegada de la administración Trump fue catastrófica en plano de las relaciones mundiales, con una política exterior basaba en el: "America first", con una completa hostilidad a sus socios europeos, que pasaban para el magnate convertido en presidente de socios y aliados a rivales comerciales a los que acosar con aranceles, tasas y desplantes diplomáticos rayanos en la grosería. Esta actitud hacia saltar por los aires décadas de política exterior americana y borraba el tan alabado "vínculo trasatlántico" entre Europa y EEUU.
Evidentemente para Donald Trump no era negocio la Guerra de Afganistán y su estrategia fue salirse de ella. Por ello las negociaciones que los estadounidenses con los representantes talibán en la ciudad de Doha, solo los estadounidenses pues ni los aliados de la OTAN ni el gobierno legitimo afgano participaron, fueron un acto descarado de abandonismo pues lo que se discutió en ellas fue un calendario de retirada de las tropas de EEUU a cambio de las vagas promesas de los talibanes de no volver a albergar ni proteger a grupos terroristas y que sí volvían al poder respetarían los derechos humanos y en particular de los de la mujer, dos promesas genéricas sin ninguna garantía de su cumplimiento.
A cambio los EEUU se comprometían a retirarse plenamente del país el 11 de septiembre de 2021, justo el veinte aniversario del ataque a las torres gemelas, evidentemente para el resto de naciones aliadas este acuerdo les obligaba a su vez a la retirada pues sin la logística americana su presencia militar era inviable y más cuando estas naciones se desplegaron en Afganistán en solidaridad con los EEUU tras el 11-S, sí este se iba el resto de tropas internacionales también.
El estado afgano y su ejército era instituciones inexistentes en la realidad y solo se sostenian mientras tuvieran ayuda occidental
Esto dejaba a la República Islámica de Afganistán sola frente a un enemigo decidido y envalentonado, con ello los analistas occidentales preveian como máximo unos 90 días de resistencia tras cumplimentarse la retirada occidental en septiembre, por lo que según estas pesimistas previsiones para inicios de 2022 Afganistán volvería a caer en poder de los talibanes.
Los hechos han demostrado que esta previsión era una fantasía ilusoria frente a la realidad sobre el terreno
El colapso
Con el anuncio de retirada realizado la nueva administración Biden, en un alarde de simpleza llamativo anunció a finales de julio que el plazo de retiraba se aceleraba para ser completado el 31 de agosto de este 2021, eso pese a todas las advertencias que un sinfín de analistas que el ANA no resistiría mas de 90 días a la salida de las tropas internacionales.
Con todo estas advertencias fueron desoídas y el proceso de repliegue se aceleró, en un alarde de oportunidad estratégica los talibanes iniciaron una ofensiva general en todo el territorio el día 10 de agosto y ante el asombro del mundo las capitales provinciales y regionales caían sin resistencia ante el apabullante avance enemigo, las ciudades eran tomadas sin luchar, las unidades afganas se rendían sin combatir al enemigo, le entregaban su armamento y se daban a la fuga ante la complacencia de los talibán, prácticamente ninguna unidad, ni siquiera las denominadas de élite, presentaba batalla.
Era un colapso completo no solo se derrumbaba el ejército sino la administración y la organización del estado con él, el 15 de agosto las milicias talibán tomaban Kabul, la resistencia contra el talibán que todos los analistas calculaban en torno a los 90 días no había durado ni ¡90 horas!
Los cálculos errados
Las razones de este colapso darán para muchos ríos de tinta ahora y en el futuro, pues el hecho es que sorprenden por su aceleración, buscando analogías históricas es imposible encontrarlas en conflictos análogos como Vietnam o la Invasión Soviética pues en ambos ejemplos los gobiernos títere que los invasores dejaron al marcharse resistieron dos y tres años el empuje rebelde, del 73 al 75 en el caso vietnamita y del 89 al 92 en el caso afgano, y se puede decir más ya que en ese ínterin los ejércitos que dejaron los ocupantes se apuntaron victorias significativas contra el enemigo aunque acabaran sucumbiendo.
En este caso no ha sido así, el ANA que había combatido con eficacia contra los talibanes cuando era asistido por las tropas occidentales, los talibanes nunca lograron controlar una solo ciudad importante cuando las tropas multinacionales estuvieron desplegadas, y que estaba perfectamente armado y entrenado por occidente además de tener la superioridad numérica frente al enemigo, se colapsó sin combatir cuando las tropas internacionales se retiraron.
Se ha aducido la corrupción endémica del estado afgano como motivo de este desastre: batallones que solo existían sobre el papel pero subvencionados por los EEUU, municiones vendidas en el mercado negro y con ello tropas que no tenían ni balas, armas revendidas al enemigo y tropas que llevaban meses sin recibir sus salarios cuando el dinero es una medida necesaria para lograr la lealtad tribal de un afgano y más que este se juegue la vida en batalla. "No puedes comprar la lealtad de un afgano, pero la puedes alquilar", frase colonial inglesa aprendida en las guerras del XIX y perfectamente válida hoy.
Todas las explicaciones, y las que vendrán, pueden tener su parte de verdad, pero en un análisis retrospectivo es imposible juzgar al ANA no como un "gigante de pies de barro", por estas debilidades de corrupción interna, sino como una mezcolanza inexistente pues ese supuesto ejército solo existía en los mapas y en los planes occidentales. Pues su resultado en batalla ha sido el deshacerse, huir, rendirse o simplemente: "pasarse al enemigo con armas y bagajes".
Pues simplemente ese ANA no eran más que las bandas que acaudilladas por tal o cual "señor de la guerra" en uno u otro territorio y que enfrentado a los talibanes gozó del apoyo militar occidental en tal o cual circunstancia y por ese apoyo, monetario sin ambages, apoyo a occidente y se enfrentó eventualmente a los talibán, no porque estos le repugnaran en sus ideales sino porque tales en esos momentos eran contrarios a sus intereses.
Esta inconsistencia es idéntica en la administración estatal y la organización política del estado afgano: una administración inexistente, incapaz y corrupta donde todo el funcionariado se mantenía para afanar la mayor cantidad de dinero posible, de hecho un estado y administración incapaz y solo sostenida por la permanencia de fuerzas occidentales, y con la ayuda y asistencia de occidente para todos los ámbitos que debe organizar un estado moderno: desde la sanidad a la educación, las comunicaciones, la gestión. las infraestructuras, correos, la dirección, la burocracia interna, etc... En definitiva todos los elementos que forman un estado organizado y viable dependían en la practica y en exclusiva de la ayuda y asistencia occidental siendo inviable que este estado afgano resistiera sin ese soporte de occidente.
Con todo puede aseverarse que el estado afgano pro-occidental creado tras la intervención/invasión de 2001, NUNCA EXISTIÓ.
La retirada
El derrumbe de esa estructura ficticia forzó a una retirada masiva de personal occidental y de afganos que cooperaron con las fuerzas de occidente a través del aeropuerto de Kabul, evacuación en la que occidente ha salvado parte de su honor en esta fallida guerra por el empeño en rescatar y evacuar del país a más de 100.000 de sus antiguos colaboradores, España que pretendía poner a salvo a 800 de sus cooperantes afganos ha evacuado hasta 2.206 personas, incluidos su personal militar. policial y diplomático cuyo denuedo en estos días de evacuación solo puede calificarse de heroico llenando de orgullo a la nación en medio de la debacle.
Con los talibanes de vuelta al poder y la aceptación occidental de esta derrota queda un futuro muy tenebroso para Afganistán para escribir, especialmente para las mujeres y niñas que podrían perder todos los derechos adquiridos en estos veinte años y quizás con la vuelta a Afganistán a ser un foco del terrorismo yihadista mundial. Pero obviando las circunstancias que se impongan a esta derrota si queremos analizar sus porqués habrá que entender unas lecciones:
*Que quizá la democracia occidental no sea un modelo político exportable o asimilable por ciertas culturas y civilizaciones, por lo menos no en cuanto a creación de una sociedad avanzada y justa.
*Que el esconder un afán neocolonialista de volver a controlar países del tercer mundo, con culturas distintas y a menudo violentas y radicales, con la excusa del humanitarismo es una causa fallida.
*Que la determinación y la voluntad de victoria y la resilencia a las perdidas y las derrotas son factores tan importantes como el poderío militar y la tecnología bélica para ganar guerras.
*Que como dice el dicho: "Lo que no tiene vida se derrumba por si solo", el estado afgano diseñado por occidente tras la invasión nunca tuvo vida, sobrevivió conectado a la máquina occidental mientras esta soportó el esfuerzo bélico, cuando este se hastió y se fué la maquina se desconectó y este estado artificial se derrumbó de un plumazo.
Tras la retirada occidental la resistencia del gobierno afgano prevista en 90 días no llego a las ¡90 horas!
Que estas lecciones se aprendan y se encuentren estrategias para que una derrota como esta no se repita es algo que solo dictaminará el futuro.
.