¿Quieres recibir una notificación por email cada vez que Ariel escriba una noticia?
En centros de acogida de Cochabamba, Bolivia, los niños son víctima de abuso sexual, y se dan casos de promiscuidad entre menores, para quienes esta conducta se ha convertido en un estilo de vida
La promiscuidad y el abuso sexual de adolescentes a niños y entre los mismos pequeños se convirtieron en un estilo de vida en al menos siete de los 139 centros de acogida de menores en toda la provincia de Cochabamba. Así consta en un informe del Servicio de Gestión Social (Sedeges) de esta ciudad boliviana.
Es obvio que el comienzo de esta tétrica historia está marcado por el abuso de niños y niñas por parte de adultos. La justicia boliviana busca al prófugo José Santana Trinidade, un cura uruguayo que violó a unos treinta niños campesinos en Tapacarí. Otro sacerdote, José Mamani Ochoa, está procesado actualmente por pederastia a raíz de la denuncia de una veintena de menores que estaban a su cuidado. El Ministerio público investiga a Francisco Villanueva (tío Kiko) y a un hijo de 21 años, que mantenían un hogar de niñas presuntamente financiado con ayudas de Holanda y Gran Bretaña. Según el informe forense, un total de 18 niñas mostraban signos de violación, y una jovencita de 14 es ahora madre soltera.
La mayor parte de los menores vivía permanentemente en estos centros de acogida en calidad de interna por diversas razones: la pobreza extrema de la familia, la emigración de sus padres a Europa, así como la irresponsable comodidad de los padres, quienes prefieren dejar en un internado a su hijo o hija para, supuestamente, asegurar su buena educación.
En el informe consta que, en el último semestre, este Servicio de Gestión Social intervino en siete hogares, donde pudo constatar que 187 niños sufrieron abusos sexuales, maltrato físico de parte de adultos y también de adolescentes que violaron a los nuevos internos, y fueron además víctima de explotación laboral y alimentación reducida a lo largo de los últimos tres años.
La directora de esta institución, la abogada Miriam Cadima, considera que el trasfondo de todo este problema social es la falta de amor, la carencia de afecto que sufren los niños, niñas y adolescentes internos en centros de acogida, cuya estructura es precaria y personal escaso.
“A raíz de las denuncias, se ha detectado que este tipo de desviaciones en la conducta de niños y adolescentes, principalmente, se debe a la falta de afecto que tienen que al ser institucionalizados (internos) en hogares, ya que prácticamente son abandonados por sus familias. Y puesto que muchos educadores y responsables no pueden suplir esta carencia de afecto, lamentablemente los niños se ven obligados a buscar otras formas para poder subsanar ese vacío, y una de las formas que han encontrado es esta conducta de tipo sexual que dentro de su concepción no es delito. Entre ellos, no existe ese sentimiento de culpa, ya que estos niños ven su conducta, por ejemplo, en su diario vivir como algo habitual, como algo normal podríamos decir”.
La abogada Cadima informó de que 3.190 niños se encuentran albergados en 60 hogares bajo administración delegada, de un total de 139 centros con licencia de funcionamiento en todo Cochabamba. Además, fue muy clara al responsabilizar a la sociedad civil del drama de los niños violados, maltratados, explotados y denigrados.
“Debemos tomar acciones conjuntas, ” recomendó, “sin negar la participación de la sociedad civil, que, a nuestro juicio, tiene enorme responsabilidad en lo que está ocurriendo, ya que hay muchos niños, una mayoría, inclusive estamos hablando de un alto porcentaje de más del setenta por ciento, de los que están internos en hogares tienen una familia de origen, familias que utilizan como argumentos la pobreza, la desintegración familiar y otro tipo de situaciones, para poder abandonar a sus hijos y dejarlos en esos hogares.
El problema fundamental es el abandono, la problemática del abandono, la negligencia de los mismos padres que buscan a las instituciones de acogida como alternativa de solución a sus problemas, es el problema de fondo. Tenemos, en nuestro diagnóstico, que la mayoría de los niños que está acogida en hogares ha ingresado directamente sin conocimiento del Sedeges, y, por supuesto vulnerando la normativa vigente, y utilizando como pretexto el tema de la pobreza. Hay, por ejemplo, mucha gente que a pesar de ser muy pobre no se deshace de sus hijos sino que busca la manera de estar con ellos, ya que los recursos materiales, la educación y la alimentación no lo son todo en el desarrollo del niño. Lo más importante es el afecto, y ese afecto sólo lo va a encontrar con su familia y no con personas que sean pagadas para poder atenderlos”.
El director de Defensa de Niños y Niñas Internacional (DNI), el sacerdote Jorge Vila, coincide con la abogada Cadima en las dificultades que encuentran los educadores y los responsables de los hogares de acogida para poder dar un trato afectivo personalizado a cada uno de los 30, 50 ó 100 internos en cada centro. El personal es, en realidad, muy escaso y mal pagado, entre ochenta y cien euros al mes, lo que refleja otro problema: la poca importancia que los Gobiernos dan a este vulnerable sector de la población, es decir a los huérfanos y a los abandonados, pero también a los responsables del manejo de estos hogares. ¿Que dice Vila?
“Es un tema, por una parte, muy complejo, muy difícil de hablar de él, pero yo diría que así como sucede en todas partes, creo que también los papas por lo menos intentan dentro de sus casas dar un apoyo, un acompañamiento y un seguimiento más cercano a sus hijos. Tal y como están constituidos nuestros hogares, esto no es tan fácil por muy buena voluntad que tengan los responsables o educadores de los diversos hogares, porque no son dos o tres hijos, son grupos mayores, es mucho más difícil por muy buena voluntad o deseos. Por bien que se les trate, en estos centros los niños no reciben ese mismo apoyo afectivo, porque el trato no es personalizado, no puede serlo. Es imposible dar a 60, 100 ó 150 niños ese afecto sano y correcto que todos desearíamos”.
Las víctimas están identificadas. En cambio, muchos de los adultos que incurrieron en abuso y violencia sexual huyen, escapan, o logran ampararse en el poder económico que a veces ayuda a ocultarse tras el olvido y permanecen en la impunidad, inventando mitos, como el que relata con contenida indignación la médico forense Miriam Rocabado. Este galeno ha examinado a muchísimos menores y ha logrado con mucha paciencia que los pequeños abran sus corazones, superen sus temores y le cuenten las pesadillas vividas con la sencillez del inocente.
“Aproximadamente en cuatro hogares he valorado física, ginecológica y proctológicamente a niños, mujeres y varones, y he podido constatar que la mayoría ha sufrido agresión sexual porque tiene desgarros antiguos de himen, desgarros antiguos en la región anal. Estas agresiones son producidas por sus educadores, en la mayoría de los centros, y también por otros niños mayores y por la práctica sexual entre niños menores.
Lo que los niños me han relatado es de corazón. También hay que tener mucha delicadeza para preguntar a los niños qué es lo que les está pasando. Son niños ávidos de cariño por eso están en los hogares. Lo que ellos tienen que saber es que no están pidiendo el favor de la población ni la compasión de nadie, son sus derechos los que han sido vulnerados y, por tanto, deben ser reivindicados. A pesar de su breve edad, algunos de hasta cinco años, estos niños tienen derecho a saber que su cuerpo es sagrado.
Hay mitos que van a causar la risa de la población, por ejemplo aquél según el cual los niños menores de seis años nunca son violados por que tienen un ángulo sub-púbico muy estrecho, cuando esa es una realidad falsa, ya que hemos constatado enfermedades venéreas en niños de un año o de ocho meses. Se han dado casos en los que, personas inescrupulosas hacen peritaje a niños contagiados con enfermedades venéreas, en los que favorecen no al niño sino al delincuente, al perpetrador”.
El daño está hecho. Ahora, el objetivo prioritario es el de dar asistencia sicológica a los menores, no solamente para tratar de que superen el trauma vivido, sino para que no se conviertan ellos en depredadores sexuales que atenten contra sus compañeritos o sus hermanos y, en el futuro, no afecten la integridad de sus propios hijos.
El Servicio de Gestión Social y otras organizaciones encargadas de velar por los niños están trabajando en proyectos para reducir a cero esta situación. Además, existen buenas intenciones emergentes de la sacudida que significa tener un informe con tantas aberraciones contra víctimas indefensas. Pero, aún falta saber si se llevarán a cabo, si habrá voluntad política y medios económicos para que las autoridades pertinentes ayuden, si es posible, a olvidar, a ofrecer mejores condiciones de vida a todos estos niños y jóvenes. De lo contrario es decir: que venga Dios y lo arregle.