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Baila bajo el Paraguas la muerte afromestiza

29/10/2009 20:00 0 Comentarios Lectura: ( palabras)

Pobladores afromestizos de la Costa Chica de Guerrero llevaron al Museo Nacional de Antropología (MNA) la vivacidad con la que celebran Todos los Santos y Día de Muertos. "Ls diablitos" acudieron a un improvisado panteón para llevarse por un rato a las ánimas, las que durante 15 días morarán y comerán de la ofrenda dispuesta bajo el Paraguas. Como ya es tradición desde 45 añs, el museo invitó para esta ocasión a una comunidad de raigambre en México a "levantar" el altar dedicado a los difuntos: Cuajinicuilapa de Santa María, cuyos habitantes afrodescendientes tienen una peculiar forma de reencontrarse con quienes yacen bajo tierra. Entre los días 30 de octubre y 2 de noviembre, los vecinos de Cuajinicuilapa se contagian con el ritmo de la Danza de los Diablos y del baile de artesa, así como de los olores y sabores que emanan de las ofrendas que la "negrada" dispone en sus hogares. Todas estas manifestaciones fueron representadas en el patio del museo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta). Bajo la dirección de Gabriel Loya, profesor de esa comunidad, 20 niños que representaban a los "diablitos" se desplazaron al "camposanto" con un vigoroso zapateado, allí se encargaron de atraer a las almas para llevarlas a los que fueron sus hogares. "El muerto nuevo viene hasta que pasa el primer aniversario de su fallecimiento. Antes, se tiene que quedar a cuidar el cementerio, porque los muertos viejos salen a sus casas, almas chiquitas y grandes", anotó el maestro. Alejandro González Villarruel, subdirector de Etnografía del MNA, comentó que los afromestizos se caracterizan por sus rituales y prácticas funerarias. Desde hacer visible la tristeza y la desesperación que provoca la muerte de un ser querido, hasta la música, la danza, la bebida, las "versadas", los velorios, el "levantamiento de sombra" y el "cabo de año". De acuerdo con el etnólogo, por razones históricas estas expresiones distan de las que llevan a cabo indígenas y mestizos. Durante la Colonia, las personas de origen africano no fueron evangelizadas porque se decía que no tenían alma; esto les permitió reproducir sus prácticas culturales, entre ellas; la presencia de demonios en ritos y festejos. Es así como en los días de Todos los Santos y de Muertos, en Cuajinicuilapa y otras poblaciones del país con una amplia comunidad afromestiza, el diablo cumple la función de intermediario entre el mundo de los muertos y los vivos. Quienes participan de la Danza de los Diablos, pasan los días de la festividad bailando, van de casa en casa, improvisando cuartetas; a cambio reciben parte de lo que en esos días se acostumbra colocar en las ofrendas. También corretean a niños y mujeres y entablan diálogos "picantes" con el público. El último día los diablos vuelven al cementerio para regresar a todos los difuntos. Sin embargo, todavía transcurren algunos días visitando los hogares y bailando en los portales los sones de la danza, esperando recibir parte de la ofrenda o dinero; su objetivo es hacer reír a la audiencia. La solicitada ofrenda va colocada en un altar hecho de cuatro horcones. Varas de palma y hojas de plátano sostienen las jícaras rebosantes de jitomate, maíz, frijol, ajonjolí, caña, sandía, coco, pan y bebidas, además de guisos como iguana o guajolote en caldo, tamales. La peana es rematada por un arco con varas de palma, al que adornan flores de la temporada. Doña Epifanía Noyola, oriunda de Cuajinicuilapa, también deleitó al público del Museo Nacional de Antropología al bailar sobre una tarima de madera tres metros de largo, conocida como artesa. A sus 80 años, doña Epifanía revivió el fandango al compás de sus pies, aquel que zapateó en su juventud y que hoy rara vez suele ser interpretado, actualmente sólo quedan dos agrupaciones en la zona que conservan esta tradición: una en San Nicolás Tolentino (Guerrero) y el Ciruelo (Oaxaca).


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