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El origen del árbol de Navidad lo encontramos en los pueblos bárbaros que entran en contacto con el Imperio Romano
A partir del siglo II de nuestra era: los germánicos adornaban los árboles en invierno para pedir a sus dioses que esos árboles dieran fruto en verano. Los romanos se apropiaron de esos signos y los unieron a los suyos: luces y arbustos, signo de divinidad y eternidad, servían para reverenciar a los dioses.
Cuando la celebración de navidad se fue arraigando, los cristianos encontraron que esos signos podían tener afinidad con los misterios que celebraban, y comenzaron a utilizar un abeto cargado de manzanas, símbolo medieval del pecado. También empleaban un mástil adornado con globos de colores y antorchas.
Una familia que prepara el árbol de Navidad y no se esfuerza por irradiar a Cristo, está aparentando lo que no es
En los siglos XVI y XVII se combinaron estos dos símbolos y surge el actual Árbol de Navidad. La relectura de estos signos con perspectiva bíblica permitiría ver en el árbol, a Cristo, el Árbol de la Vida, que va creciendo, año a año en la historia, e ilumina como “ luz de las naciones” .
Una familia que prepara el árbol de Navidad y no se esfuerza por irradiar a Cristo, está aparentando lo que no es.