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El Estrés es una respuesta de alerta (sistema de defensa) ante situaciones consideradas amenazantes, como frente a un ataque de un león o la posibilidad de un accidente de circulación o una situación laboral que pueda tener consecuencias para nosotros. Sólo variará la intensidad, y todas las actuaciones van dirigidas a preparar nuestro cuerpo para la lucha, la huida o lo que en ese momento consideremos más adecuado para nuestra supervivencia. Es lo que llamamos eustrés o estrés bueno.
Como consecuencia aumentará nuestra frecuencia cardiaca y nuestra tensión arterial, llegará más sangre a nuestros músculos, nuestras pupilas se dilatarán y nuestro sistema nervioso se activará, se hará más rápido y nuestro nivel de alerta aumentará hasta que, una vez pase la situación evaluada como peligrosa, todo volverá a la normalidad, al equilibrio.
Pero entonces, ¿por qué es malo el estrés?
Todo cambia radicalmente cuando estas situaciones percibidas como agresivas o peligrosas para nosotros se mantienen durante largo tiempo. Entonces, aparece la ansiedad: Cuando esa capacidad de volver al equilibrio se pierde ya no somos capaces de adaptarnos a la situación, de volver al reposo, con lo que mantenemos nuestro sistema nervioso en alerta constante, etc. Esto se traduce en trastornos digestivos o del sueño, aumento de la tensión arterial y del ritmo cardiaco, etc. Además, también hay una sensación de angustia constante e intensa.
Estrés y ansiedad en muchas ocasiones van relacionadas en el tiempo y tanto su evolución como tratamiento puede ser parejo.
Frente a este panorama, el médico debe valorar la intensidad del cuadro y la limitación que produce en cada individuo, teniendo en cuenta la repercusión clínica. Por ello, en base a la afectación que ocasiona en cada persona, se dispone de una serie de herramientas terapéuticas que pueden ser las siguientes:
Fuente: Pacientessemergen