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Lita Pérez Cáceres
El precio de la TV
Querida señora, estimado señor, no me estoy refiriendo a lo que pagó usted por el aparato que nos mantiene sentados y poco menos que catatónicos cuando hay un programa interesante. En realidad, cuando estoy hablando del precio de la televisión, no hablo del gasto de la energía eléctrica que consume, no son las cuotas que debe abonar por esa caja de donde salen historias, noticias, documentales y monstruosidades. Hablo de tiempo perdido y de mentes arruinadas. Y conste que defiendo a la TV en general porque siempre se aprende algo de su programación, aunque más no sea lo que no hay que hacer o a hablar una lengua híbrida y neutra, tal como la de las telenovelas para que todos la entiendan.
Estoy convencida de que en manos de buenos programadores el impacto audiovisual de la TV es un formidable vehículo de cultura. No la cultura de élites, hermética y solo accesible a unos pocos iniciados, aludo a la cultura en su más amplio aspecto, como decía un antropólogo "cultura es todo lo que el hombre transforma". Por dicho motivo, afirmo que cuando se interrumpe una buena programación para emitir anuncios, es ese el precio que paga el televidente. Un fanático del fútbol que ve mermada su pantalla por anuncios que se ubican en el zócalo también lo está pagando. Hasta que no haya un creativo que sea capaz de combinar el ingenio con la síntesis, para brindar anuncios atractivos y BREVES, el sufrido espectador seguirá pagando caro por pocos minutos de buena programación.
Feliz Cumpleaños
Con referencia al párrafo anterior hay anuncios que ya debería figurar en un museo por su longevidad, como el de Casa Lázaro, por ejemplo, que no es un comercio de resurrección sino de forros para tapizados. Y, como ese, muchos otros ya deben de haber cumplido sus 15 años y siguen tan campantes. Los que suelen renovarse son los de marcas de jabones que siempre pautan en telenovelas, por algo la hora dedicada a las amas de casa, se llamó en los EE. UU. "soap opera", la ópera del jabón, porque eran los que más gastaban para que sus productos sean conocidos. En Paraguay, entre las líneas de teléfonos móviles y los jabones milagrosos que sacan hasta las manchas del honor de las personas, hay una abierta rivalidad. Es decir, rivales son quienes desean tenerlos entre sus sponsors.
Ojo con los plurales
Una prueba de que la situación política y social no está nada bien es que todos se muestran irritados y nerviosos. El descontrol llega a la gramática. Justamente, el miércoles 26, el flemático Carlitos Martini, se animó a dar una opinión personal en el noticiero del 13. Cambió de escenografía y no se cansó de aclarar que lo que iba a decir no era una noticia sino su propia y personal opinión de los sucesos referidos al secuestro y la muerte del joven estudiante de Ciudad del Este. Estaba tan nervioso Carlitos que dijo, literalmente "Están metidos hasta los tuétanos". Me sorprendí porque, en mi ignorancia, yo pensaba que el tuétano es el caracú, esa sustancia gelatinosa que se encuentra entre los huesos de la espina dorsal y que en los seres humanos se denomina médula ósea. Puede haber otro tuétano y yo no lo se, gracias Carlitos por informarme.
A la tarde de ese mismo día, un ilustrado político, el Dr. Juan G. Granada, padre del conocido hombre de leyes, se refirió a Carlos Filizzola y dijo que, cómo médico no debería meter "sus narices" en asuntos legales. Que sería lo mismo que él (Granada) se pusiese a pontificar sobre los chichulines. Y después dicen que no hubo cambio, tenemos más tuétanos y más narices con el bendito gobierno de Lugo ¡Itch!