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Los amigos que no sabías que tenías aparecen por sorpresa, sin que los hayas invocado con los ojos cerrados
Cuando tu mundo deja de girar redondo, te gustaría creer que hay gente cerca dispuesta a rescatarte al vuelo. Pero puede ocurrir que, mientras te engulle uno de estos agujeros negros que tarde o temprano siempre llegan, mires a derecha e izquierda y arriba y abajo y pienses que no, que no tienes a nadie que te haga de salvavidas.
Nadie dispuesto a hacer lo que dice Carole King en la canción You've Got a Friend : "Cierra los ojos y piensa en mí / y pronto estaré allí / para iluminar hacerte hasta la noche más oscura". La buena noticia es que sí que están, estos amigos. En algún lugar. Pero tu desconcierto tiene sentido porque quizá no son los que deberías imaginado de entrada. Quizás no son los que deberías contado con los dedos de una mano si te hubieran hecho enumerar los amigos del alma. Ni siquiera los que deberías incluido en la elección si, en un arranque de generosidad y sociabilidad, hubieras usado las dos manos. Los amigos que no sabías que tenías aparecen por sorpresa, sin que los hayas invocado con los ojos cerrados.
Cuando tu mundo deja de girar redondo, te gustaría creer que hay gente cerca dispuesta a rescatarte al vuelo
Recibir una de esas obleas vitales que no desearías ni a tu peor enemigo es una putada más que una oportunidad , pero tiene alguna consecuencia positiva. Como que descubres qué gente te sabe apoyar, también cuando van mal, también cuando te cuesta Dios y ayuda dejarte ayudar. Y concluyes que es la misma gente con la que querrás vivir y reír después del terremoto, cuando toque reconstruirse té. Aunque solo sea porque vendrán nuevos temblores -esto es una predicción sin margen de error- y vale la pena que los sismos futuros pillen en la mejor compañía.