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Las encuestas muestran que dos tercios de los alemanes apoyan la actual ley de apagado de las centrales, y que casi toda la sociedad simpatiza con el movimiento antinuclear, con excepcion de Angela Merkel y los suyos
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El movimiento antinuclear alemán vuelve a la calle. Cuando la coalición conservadora de Alemania declaró hace un tiempo que se quería replanteará el fin progresivo de la energía nuclear, saltaron las sospechas de que la era la canciller Angela Merkel la que estaba detrás.
Pero la decisión tuvo un profundo eco a lo largo de Alemania y sirvió como toque de diana para activistas que habían estado inactivos sin una causa durante los últimos años.
El cierre de 17 centrales nucleares, tarea de titanes
Con cientos de grupos independientes de ciudadanos jóvenes o menos jóvenes en contra de la energía nuclear anunciando abundantes y molestas protestas durante semanas Alemania se prepara para una tensa confrontación.
"Las 17 plantas nucleares que hay en Alemania son de todo menos seguras", aseguraba Jochen Stay, del grupo antinuclear Ausgestrahlt, uno de los organizadores de las protestas llevadas a cabo durante las negociaciones para cerrar el gobierno de coalición. "Quienquiera que piense extender su uso está poniendo en juego las vidas y la salud de millones de personas".Y hay que recordar la leucemias ligadas a lo nuclear.
Un alto directivo de una de las principales compañías energéticas del país, RWE, escribió una carta a los líderes del partido de Los Verdes para sugerirles que se reúnan a fin de calmar el ambiente. "Ciertamente, una de las cosas sobre las que deberíamos hablar es cómo podemos evitar que se produzca en el país una situación parecida a una guerra civil", les ha instado Jürgen Grossmann, jefe de la empresa energética, según el diario Süddeutsche Zeitung.
Tradición latente de lucha contra las plantas nucleares
Los activistas tienen una larga y rica tradición a seguir. El movimiento antinuclear de Alemania Occidental a finales de la década de los años 70 y 80 se considera en el país como el ejemplo más eficaz y duradero de activismo civil. En su momento, al gobierno federal de Bonn no le habían interesado demasiado los peligros de la energía nuclear hasta que cientos de miles de personas representando amplias capas de la sociedad salieron a la calle un día y otro para protestar contra la apertura de reactores nucleares o el vertido de la basura radioactiva.
Pronto esos manifestantes formaron la base de un nuevo partido, Los Verdes, que a finales de la década de 1990 en un gobierno de coalición con los socialdemócratas del SPD, lograron la aprobación de una ley que ordenaba el cierre para 2020 de las 17 plantas nucleares que quedan en el país. Esta es la ley que ahora Merkel quiere modificar.
Los activistas actuales, al igual que aquellos de hace 30 años, se han declarado independientes de cualquier partido establecido, incluyendo Los Verdes. Pero en sus objetivos, estilo y composición son menos un nuevo movimiento social que una continuación teñida de nostalgia de uno viejo, y aderezado con un logotipo tomado también de antaño: un sol rojo sonriente sobre un fondo blanco con el eslogan “No, danke”("¡No, gracias!").
La energía nuclear siempre ha sido tema de mucha controversia en Alemania. Defensores y detractores de este tipo de obtención de energía, que en España supone alrededor del 20% de la energía eléctrica, aunque en Euskadi, la central nuclear Santa María de Garoña sólo daba el 7%cuando cerró, han debatido desde hace años sobre si las centrales nucleares deberían seguir operativas o no. Y es que, a pesar de la “seguridad” que pueda transmitir en series como 'Los Simpson'( propaganda oficial), existen motivos graves para dejar en un rincón esta energía atómica como, por ejemplo, la cantidad de residuos que dejan sus instalaciones y de los que deshacerse es peligroso.
Alemania es un país muy conocido por su gran trayectoria de manifestaciones antinucleares, siendo la primera de muchas la ocurrida tras el accidente nuclear de Three Mile Island (EEUU) en 1979. Al contrario de lo que se piensa, el desastre de Fukushima (Japón) en 2011 no fue el causante inicial de este plan, aunque ayudó mucho a que la opinión pública presionara aún más al gobierno para forzar este cierre definitivo de las centrales. De hecho, el motivo por el que no se ha seguido al pie de la letra el límite de fechas es por la pequeña tregua que Merkel dio a las compañías eléctricas meses antes de lo ocurrido en Fukushima.
En este debate casi mundial entró con un papel protagonista Alemania, quien planteó cerrar todas sus centrales nucleares para el año 2022 como muy tarde. Esta clausura viene de lejos, pues se puso en marcha hace ya 16 años, cuando el antiguo canciller socialdemócrata Gerhard Schroeder ordenó en 2000 el cierre de las 19 plantas nucleares que poseía el país para el año 2020. De hecho, la última planta nuclear en ser desconectada de la red fue Grafenrheinfeld, la más antigua del país germano, con 33 años de actividad, en julio de 2015. Generaba el 1, 6% de la energía consumida en todo el país y el 11, 5% de electricidad en la región de Baviera.
En el año 2000, casi un tercio de la energía consumida en el país seguía siendo producida en estas centrales, cifra que bajó a un 17%. En solo 6 años disminuyo esta cifra a 0 y fue cerrando las 8 plantas restantes de Alemania.
El carbón, muy contaminante, es el principal escollo que el antinuclearismo debe superar ahora para cambiarlo por una energia limpia
Un cambio energético caro no contaminante
Es aquí donde se produjo cierta controversia entre los medios y cierta opinión pública. Alemania tiene un plan para convertir todas estas fuentes de energía en proceso de desmantelamiento en fuentes de energía renovable como la eólica, solar o biomasa, tratando de no echar mano de otras contaminantes como el carbón. El presupuesto previsto para este cambio energético está estimado en un trillón de euros en total, aproximadamente unos 20 billones anuales necesarios para rellenar este hueco energético.
Por si esto fuera poco, el incremento del uso del carbón está produciendo un aumento no solo del dióxido de carbono sino de la radioactividad, ya que la ceniza de este elemento es aún más radioactiva que los residuos de una central nuclear, según informa la revista Scientific American. El carbón contiene uranio y torio que, al convertirse en ceniza, multiplican sus niveles por diez. Debido al cierre de plantas, el carbón ha aumentado su uso un 44% en Alemania, produciendo 28 millones de toneladas de CO2 por todo el país cada año desde que se aprobara el plan.Pero la lucha de los antinuclearistas es esa. Olvidar el carbón.
Una población convencida de que hay que seguir la lucha antinuclear
A este problema se le suma el desmantelamiento total de las centrales. Además del coste que supone la clausura de cada una de las centrales (las compañías eléctricas alemanas lo estiman en 1, 5 millones de euros por cada central aproximadamente), hay que hacerse cargo del material radioactivo, transportarlo y almacenarlo durante, mínimo, un siglo entero. Se supone que el coste total de todo este proceso rondaría alrededor de los 4, 7 millones de euros de cada central nuclear, contando el almacenamiento de material en estos cementerios nucleares.
Un caso que merece la pena destacar es el de la central alemana SNR-300, ubicada a escasos kilómetros de la frontera con Países Bajos y a orillas del Rhin. Esta central se construyó a lo largo de los años 80 pero nunca llegó a estar operativa, por lo que un empresario holandés decidió comprarla y convertirla en un parque de atracciones con hotel . Una segunda vida para una infraestructura con fecha de caducidad.
El viejo movimiento antinuclear nunca desapareció: desde la década de 1970 siempre ha habido choques periódicos entre manifestantes y policías cerca de la ciudad de Gorleben, donde Alemania deposita su basura nuclear.
Las encuestas muestran que dos tercios de los alemanes apoyan la actual ley de apagado paulatino de las centrales, y que un amplio espectro de la sociedad todavía simpatiza con el movimiento antinuclear. Una manifestación celebrada en Berlín antes de las elecciones congregó a miles de personas en la capital para mostrar su apoyo a la ley. En la marcha desfilaron unidos desde estudiantes universitarios hasta funcionarios, hippies con pelo canoso y granjeros de mediana edad conduciendo tractores.
Todos ellos recuerdan los accidentes nucleares de Chernóbil y Three Mile Island, así como la repetida advertencia de la Guerra Fría de que el mundo se terminaría por un apocalipsis nuclear. Además, hace poco se ha sabido que el gobierno alemán de Helmut Kohl manipuló y falsificó informes de seguridad de unas cuantas plantas nucleares del país.
Angela Merkel, dispuesta a perder su popularidad, por las nucleares
Merkel es consciente de que seguir adelante con sus centrales le costará una importante parte del caudal del apoyo político acumulado durante los últimos años. Durante la campaña electoral, su partido trató de preparar al país argumentando que Alemania no se puede permitir abandonar la energía nuclear, que supone cerca de una cuarta parte del consumo energético nacional, según un informe del Instituto Alemán para la Investigación Económica DIW Berlin.
Mientras el principal partido de la oposición, el SPD, responde diciendo que una mayor inversión en energías renovables podría cubrir el hueco de las centrales, Merkel argumenta que Alemania no puede arriesgarse a ir por detrás de economías como la de Francia y Gran Bretaña, países que han renovado su compromiso con la energía nuclear. La canciller también argumenta que la energía nuclear provoca menos emisiones contaminantes que el carbón, la principal alternativa energética de Alemania.
Los activistas no está en absoluto convencidos con las promesas de la canciller. Desde el mes de octubre, los grupos más representativos anunciaron manifestaciones para bloquear el transporte de material nuclear y anunciaron su intención de trastornar, en la medida de lo posible, el trabajo de la nueva coalición de Angela Merkel.
El día de año nuevo 2018 ocurrió en Alemania algo que no había pasado nunca antes en su historia. Y es que el país entero se abasteció exclusivamente con energía 100% renovable durante unas horas. Para ser sinceros, lo cierto es que se dieron las condiciones idóneas para que esto ocurriese. La demanda de electricidad fue de poco unos de 41.000 MW un valor muy bajo para un país como Alemania. Una demanda baja puede ser algo típico en los fines de semana y días festivos, más aún si cabe en en la madrugada de Año Nuevo con prácticamente todas las industrias paradas.
Además la producción eólica era excepcionalmente buena con unos 34.500 MW de potencia entre la eólica terrestre y la eólica marina. El resto, fue cubierto gracias a la energía hidroeléctrica y la biomasa, con unos 6.000 MW entre las dos. Además, habría que tener en cuenta que la fotovoltaica no aportó nada a este récord. Algo lógico si tenemos en cuenta que sucedió ente las 3 y las 6 de la mañana. De haber ocurrido a otra hora del día quizá no hubiese sido posible ya que la demanda de electricidad hubiese sido mayor. Como resultado de este excepcional datos de generación renovable el mercado mayorista de electricidad alemán marcó precio negativos, haciendo que muchas centrales tuviesen que pagar por producir electricidad. Los grandes beneficiados, fueron los grandes consumidores de electricidad. Que pudieron ahorrar más de 50 euros por cada megavatio hora que consumían. Por último, recalcar que estas cifras aún deben tratarse con algo de precaución. Si los comparamos con los datos sobre consumo de energía y generación del Agora Energiewende's Agorameter, el porcentaje de renovables en la mañana de Año Nuevo fue de "solo" el 90%. Sea cual fuera el porcentaje y un 90% de renovable es ya un triunfo, es una noticia para celebrar, pero tampoco hay que echar las campanas al vuelo porque hay que recordar que Alemania sigue produciendo una parte importante de su electricidad con carbón, una de las formas más contaminantes. Pero la batalla está ganada.Cuando alguien ofrézcala renovación nuclear de Merkel, la respuesta es “No, danke”(“No, gracias”).