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El mundo sideral y espiritual existen, mi maestro de Escuela Dominical le gustaba la Astronomía, allá lejos, en el Tercer Cielo se encuentra nuestro lugar de descanso
Fuente Literaria/ Relatos de Ciencia Ficción
El ajedrez es un juego milenario. Durante el siglo XX alcanzó una enorme popularidad en Occidente y después en todo el mundo. Está lleno de brillantes figuras e históricos encuentros. Desde el cubano Raúl Casablanca a toda una pléyade de jugadores rusos. El duelo del estadounidense Boby Fisher frente al ruso Boris Spasky puso de moda el deporte del tablero. Los enfrentamientos entre Karpov y Kasparov, la pérdida del cetro humano por Kaspárov frente a la máquina Deep Blue y los logros de la rutilante estrella noruega, Magnus Carlsen son pocos de los miles de apasionantes hitos que llenan las páginas de la historia del ajedrez.
El ajedrez es un juego finito, pero en la práctica puede considerarse infinito y no resuelto. Es decir, las posibilidades son tantas que ningún superordenador está cerca de resolverlo, aunque teóricamente ese momento llegará.
En el primer movimiento, las blancas tienen 20 jugadas legales (cada peón una o dos casillas -8×2=16- y cada caballo dos casillas -2×2=4-). A su vez, las negras pueden jugar otras 20 jugadas. Al final de la primera jugada hay 400 posibles posiciones en el tablero. El venerable Deep Blue (hoy casi un juguete) calcularía los tres primeros movimientos (tres jugadas por bando, es decir, seis jugadas) en menos de un segundo. En cambio, los cuatro primeros movimientos los calcularía en ¡dos horas! y los cinco primeros, en ¡853 horas! Más adelante el juego se complica y las jugadas posibles son alrededor de 35 por bando. El mejor ordenador actual tardaría millones de años en resolverlo.
Sin embargo, hay una parte resuelta: los finales de siete piezas o menos. El logro no fue empresa menor. Los finales de seis piezas estaban resueltos en 2005 (mediante las tablas de Nalimov). En 2012 el superordenador Lomonosov de la Universidad de Moscú logró resolver los finales de siete piezas. Estos se hallan en unas tablas. Es decir, ya no hay que calcular y basta con buscar la posición para obtener todas las variantes posibles con una certeza del 100%. La base de datos ocupa la friolera de 140 terabytes (TB). La posición más complicada requiere 545 jugadas para dar mate. Se calcula que por cada pieza adicional el esfuerzo de computación se multiplica por 100. Resumiendo: queda mucho tiempo hasta que el ajedrez sea un juego resuelto.
La otra parte del juego donde la teoría ha avanzado más es la apertura. Millones de horas y miles de jugadores, partidas y programas se han dedicado a establecer cuáles son las mejores líneas de juego en su inicio. Una de las más populares y antiguas es la apertura Ruy López que toma el nombre del clérigo que la popularizó y que describió en su libro publicado en Alcalá de Henares (Madrid) en 1561. Después, un largo rosario de aperturas, defensas y sus variantes se han ido sumando a la teoría de aperturas. Todos los grandes jugadores estudian aperturas ayudados de los programas informáticos y ocasionalmente desarrollan nuevas variantes.
El medio juego es la parte donde menos teoría hay. Las variantes son virtualmente infinitas, las posiciones se repiten poco y priman ideas generales como la estrategia y los recursos tácticos.
Stockfish es uno de los motores de ajedrez más potentes del mundo, mucho más fuerte que cualquier Gran Maestro1 humano. Los otros rivales son Houdini y Komodo, entre otros. Una buena parte de su fuerza reside en que es open source, de código abierto. Esto significa que cualquiera puede mejorar el código y de hecho hay cientos de desarrolladores que trabajan en él. Una vez que un software es de código abierto y se hace popular, las marcas comerciales tienen pocas posibilidades de competir. Es el caso de Wikipedia que ha barrido a todas las enciclopedias privadas. Pero también el de otro mucho código, desde las bases de datos a los servidores web.
En 1997 Deep Blue ganó a Kasparov y desde entonces las máquinas ganan a los humanos. Stockfish es heredero de la línea que abrió Deep Blue y en realidad los programas no han cambiado tanto. Se basan en un potente hardware (mucho más en el caso de Stockfish que en
el de Deep Blue ya que 20 años no han pasado en vano) y en dos conjuntos de algoritmos.
El algoritmo Minimax evalúa las posiciones. Es algo natural en los ajedrecistas. Por ejemplo, se evalúa el material. Una dama vale más que un peón y una torre más que un caballo. El material es muy importante, pero no es el único criterio: un peón a punto de coronar y hacerse dama vale mucho; un caballo en el centro, también; y una dama en una esquina tiene menos valor.
Los programas de ajedrez tienen todos estos criterios humanos escritos en su código y una parte esencial del programador es darle los mejores patrones de evaluación. El programa no evalúa jugadas sino posiciones. Si una jugada lleva a una posición mejor, entonces la jugada es buena.
Como hemos visto, no es posible calcular todas las jugadas, de modo que hace falta un algoritmo que pode todo el árbol de movimientos. Este algoritmo se llama poda alpha beta y en realidad es un conjunto de algoritmos. Se basan en detectar la línea más prometedora y evaluarla a fondo descartando otras líneas mediante heurística. Es evidente que el programa puede descartar la mejor jugada por mal diseño y por ello la calidad de la poda alpha beta es esencial. Todas estas heurísticas son mecanismos que siguen criterios humanos y que los programadores se han esforzado por mejorar e implementar en la máquina.
La clasificación de ajedrez se mide por un sistema de puntuación llamado ELO2 . El mejor jugador actual, Magnus Carlsen, tiene un ELO de 2.837 mientras que Stockfish tiene un ELO de 3.228 puntos. Un abismo. Los Grandes Maestros ya no juegan contra máquinas, pero las usan para entrenarse y aprender.
El origen de Alpha Zero está en el juego del Go. Después de ganar al ajedrez, la inteligencia artificial se planteó otros juegos. El que más se resistió fue Go, otro juego milenario. Recientemente DeepMind creó un programa llamado AlphaGo que derrotó al vigente campeón mundial humano. AlphaGo tenía mucho conocimiento de Go imbuido. Google decidió a probar un software que no supiera nada de Go. De modo que creó AlphaGo Zero y lo enfrentó a la anterior versión, AlphaGo. La nueva versión Zero, que no sabía nada de Go machacó a la primera que sí tenía conocimientos del juego.
En estas estaba el mundo del ajedrez cuando llegó un ser que parecía venido de otro mundo: Alpha Zero.
El origen de Alpha Zero está en el juego del Go. Después de ganar al ajedrez, la inteligencia artificial se planteó otros juegos. El que más se resistió fue Go, otro juego milenario. Recientemente DeepMind creó un programa llamado AlphaGo que derrotó al vigente campeón mundial humano. AlphaGo tenía mucho conocimiento de Go imbuido. Google decidió a probar un software que no supiera nada de Go. De modo que creó AlphaGo Zero y lo enfrentó a la anterior versión, AlphaGo. La nueva versión Zero, que no sabía nada de Go machacó a la primera que sí tenía conocimientos del juego.
El caso es que las redes neuronales que aprenden están empezando a ser ubicuas. Por ejemplo, el reconocimiento de voz o la traducción se basan en redes neuronales. No es de extrañar que Google comprara DeepMind y que realice experimentos como Alpha Zero. Es su negocio. Alpha Zero es una red neuronal que no tiene ningún conocimiento de Go, ajedrez ni shogi. No sabe nada de aperturas ni finales, de algoritmos Minimax ni poda alpha beta. Para cada desafío se le dan las reglas del juego y el resultado (gana, empata o pierde). Técnicamente es un algoritmo general de aprendizaje por reforzamiento.
Ya en 2015, DeepMind había preparado el camino. Entonces anunció que un software había sido capaz de aprender sin ayuda a jugar a los míticos juegos de la videoconsola de Atari. El programa solo recibía como input los píxeles de la pantalla y el resultado del juego. Este aprendizaje por reforzamiento no supervisado es un gigantesco avance. Las máquinas aprenden cosas para las que no habían sido entrenadas solo con darles el resultado final.
Alpha Zero ha utilizado para aprender un hardware muy poderoso. Más de 5.000 TPUs3. Jugando contra sí mismo, empezó sin saber nada de ajedrez y en 4 horas logró el nivel ELO de Stockfish. Después siguió jugando hasta completar 24 horas.
Una vez entrenado, Alpha Zero se enfrentó a Stockfish en un match de 100 partidas. La paliza fue sensacional. Jugando con blancas ganó la mitad, 25 partidas y las otras 25 fueron tablas. Con negras ganó tres y empató 47. En términos ajedrecísticos, donde las tablas entre Grandes Maestros son muy habituales, el resultado es abultadísimo.
El hardware usado para jugar es casi ridículo comparado con el usado en el entrenamiento. Tan solo cuatro TPUs en el juego frente a las 5.000 del entrenamiento. Comparando la potencia de cálculo de los dos rivales, las cifras son también escandalosas. Stockfish realizaba 70 millones de evaluaciones por segundo mientras AlphaZero solo 80.000, un 99, 89% menos.
La conclusión relativa a la potencia de cálculo es clara: una red neuronal requiere muchos recursos para aprender, pero una vez entrenada apenas los consume.
Además de ganar al ajedrez, AlphaZero también ganó a los mejores programas de Go y shogi, aunque fueron instancias separadas para cada juego con sus reglas y su aprendizaje específico distinto para cada una.
DeepMind publicó un artículo con varias explicaciones del experimento en el que se incluye una somera descripción del algoritmo, las condiciones experimentales y un conjunto de 10 partidas ganadas por AlphaZero.
Las reacciones en el mundo del ajedrez han sido de completo asombro. A estas alturas hay que considerar a Stockfish del lado humano ya que tiene mucho conocimiento de ajedrez inculcado por los programadores y además es muy usado por los jugadores para aprender y mejorar.
La Biblia no puede abolirse a simismo. Pero, el Estado debe eliminar a todo aquel que hace mal uso de ella, prohibir los cultos de brujerias
AlphaZero empezó desde cero, se insiste. Haciendo movimientos aleatorios se entiende que los iniciales fueron muy malos. Poco a poco fue mejorando. En tan solo cuatro horas había alcanzado el nivel del mejor programa de ajedrez existente. Esto lleva a algunas conclusiones escalofriantes.
AlphaZero recorrió los 1.500 años de historia del ajedrez en cuatro horas. Toda la experiencia y saber humanos acumulados durante millones de horas se resumieron en solo 240 minutos. Lo que aprendimos desde que Ruy López publicó su libro hasta la última versión de Stockfish se vio superado en un instante.
Como es lógico, AlphaZero fue jugando algunas de las aperturas más conocidas. En el documento se analizan las aperturas que fue descubriendo. Hay miles de libros de aperturas. AlphaZero comienza jugando todas ellas pero las va descartando. ¿Significa eso que las aperturas consideradas buenas por los expertos no lo son? Así parece. AlphaZero descarta las populares siciliana, inglesa, española, Caro-Kann…
Al alienígena AlphaZero no le gustan esas cosas que hacen los humanos y sus máquinas. Más aún, en todas menos una de las partidas publicadas en las que juega con blancas empieza con el mismo movimiento d4.
Parece entonces que el principal problema del rival, Stockfish es que es demasiado humano. Los programadores han puesto en la máquina mucho conocimiento humano y esto es contraproducente. El conocimiento humano es un prejuicio. Es inútil, erróneo y un lastre. Las máquinas aprenden por sí solas y todas nuestras ayudas y conocimientos solo sirven para confundirlas.
Mi mente ha pasado por un a disciplina muy intensa, desde lo religioso hasta lo0 matemático, siempre contaba con los dedos y fui objeto de burla de mis familiares. Pero una niña rusa de siete años me enseñó a guardar silencio, mientras que unos jóvenes solteros extranjeros alzaban pesas cerca del patio de la casa en Ciudad Ojeda, ella se acercaba a la empalizada y me enseñó a escribir de manera correcta y lógica, me formé en cuatro profesiones universitarias a través de equivalencias y un equipo humano francés quiso llevarme a Francia a trabajar en un diario francés porque fui profesor de francés en un liceo privado durante veinte, 20, años y hablo y escribo este idioma y algo de árabe. Mi dieta es completamente pérsica y solo como carne dos veces al año.
La ciencia ficción acostumbra a plantearnos escenarios en los que una inteligencia artificial toma el control de los humanos. Una característica de esa IA es que es general, una inteligencia artificial general (IAG) que resuelve cualquier tipo de problemas. La realidad es muy distinta. Hoy todo el software es de propósito específico: solo sirve para lo que se ha diseñado. Estamos muy lejos de una IAG. Sin embargo, el mismo algoritmo de AlphaZero es capaz de aprender a jugar a tres juegos distintos (como su predecesor, el de los videojuegos de Atari lo fue). Esto es una generalización muy importante ya que abaratará el desarrollo de software y acelerará el progreso. Pero el temor a una IAG que controle el mundo sigue siendo infundado.
Máquinas que aprenden solas y generalizan su comportamiento. Grandes noticias. El progreso se acelera.
Es un cíborg, Amber Casen un ser humano enganchado a una pantalla y un teclado que le permiten mantener un contacto permanente con sus semejantes. Responde al instante, teclea a una velocidad de vértigo y habla como un ciclón.
Los humanos no debemos actuar como máquinas, y por eso nuestros valores diferenciales como humanos se deben ensalzar en el camino evolutivo hacia el Homo Connectus.
Cecilia Méndez, una maestra merideña me enseño a actuar de una manera más que disciplinada en asuntos hogareños y le aplique a su manera de pensar y a la mia, la aplicabilidad de tres variables de ajedrez y esto, me permitió escribir 5 artículos diarios al canal ruso de Hipa vista de Globedia y pasarlo a ocho blogs que mantengo en la red, ya que poco envió a la redacción de los diarios mis artículos, era veinte que se repetían como un juego de ajedrez y a una velocidad tremenda. Por ejemplo, el numero 1 en el diario El Tiempo en Anzoátegui, se transformaba en el veinte en el
Aragüeño de Maracay que aplicaba como el monitor fundamental y eran diez y seis disket para diez y seis periódicos nacionales contentivos de veinte artículos. Otra persona que me ayudo a desarrollar mi mente en vacíos que saltaban de un tiempo a otro era Solange Mercedes Montero, en una noche me pregunto lo que sabía sobre metafísica y los mormones, tuve que pasar tres horas explicándole este espectro solar.
A nadie le he dicho que conozco el ajedrez y mis niveles espirituales, para muchos soy ignorante, manejo el lenguaje omnatopoético con facilidad y admiro a Vladimir Putin por su capacidad de razonamiento y a Trump por el manejo de los criptogramas matemáticos para programar el dinero y sus recaudaciones.
La tecnología es humana. Hemos estado co-evolucionando con ella desde que creamos la primera herramienta y aprendimos a controlar el fuego. Ahora, gracias a la evolución de la tecnología, tenemos acceso a comida y a conocimiento, a nuevos avances médicos y a vidas más longevas.
Por otro lado, asistimos a un aumento de los problemas mentales como la ansiedad y la depresión. Es consecuencia de que estamos viviendo y trabajando en un entorno de escala global que se desarrolla, en una evolución hacia el Homo connectus.
La tecnología es solo una herramienta. Los teléfonos móviles, simplemente, nos han descubierto más maneras de comunicarnos.
Algunas personas han aprendido y aprenden a usar la tecnología como una herramienta mientras otras se están viendo utilizadas por la tecnología. Los niveles de participación en una sociedad tecnológica son muy distintos; está en nosotros como individuos y como colectivo decidir de qué forma queremos integrar la tecnología en nuestra cultura y construir nuestra sociedad. Por eso es importante, experimentar y desarrollar experiencias de usuario gratificantes y no permitir que los sistemas de inteligencia artificial tomen decisiones por nosotros.
En la sociedad de la información tenemos que recordar las cosas humanas. Seguramente queramos automatizar las tareas que ha ido desempeñando el ser humano en el mercado de trabajo, pero no deberíamos querer automatizar los momentos especiales que vivimos como estar con la familia, enamorarse o ver a los niños crecer. Necesitaremos construir sistemas que amplifiquen lo mejor de la tecnología, donde esta es estrictamente necesaria, y combinarlo con aquello que se le da mejor al ser humano.
Los humanos son muy buenos agregando información, sumando conocimiento e interpretando el contexto en el que nos movemos. Los fundamentos, los valores, que tenemos en nuestras culturas podrían convertirse en algo controlado por la inteligencia artificial si no tenemos cuidado. Necesitamos hacer un análisis en profundidad, adoptar un punto de vista amplio, a partir de nuestras experiencias como personas y construir sistemas que nos ayuden a desarrollarnos. La tecnología, las máquinas, deben trabajar a nuestro lado y no en nuestra contra o por encima de nosotros.
La idea de que la inteligencia artificial será perfectamente capaz de entendernos es incorrecta. Los humanos no son capaces si quiera de entenderse unos a otros.
Intenta utilizar una interfaz de audio y te verás a ti mismo repitiendo una y otra vez el mensaje porque la máquina no te entiende. Y si no tuvieras acento alguno, las máquinas tienen más dificultad aún para entenderte. Esto se debe a que el sistema de estas máquinas está entrenado con un número limitado de datos. Muchos de los interfaces de audio están instruidos con un acento americano de Silicon Valley. Algunas máquinas de reconocimiento visual están entrenadas para reconocer solo a gente blanca, por lo que encuentran problemas para diferenciar a personas de distintas nacionalidades.
Para confiar en la inteligencia artificial en un futuro necesitaremos examinar y modificar los principios e incluir más bases de datos. No tenemos ninguna que encaje con todas las culturas. Las máquinas inteligentes no deben arrasar nuestras culturas. Las máquinas inteligentes deberían permitirnos disponer de más tiempo para dedicarnos al arte y a la música, a escribir y a amar. Todas ellas son cualidades humanas que no pueden ser controladas. ¡Eso es lo que significa vivir!
Creo que la mejor manera para alcanzar la inmortalidad es escribir un libro que quede para la posteridad o tener una familia. Son dos modos de transcender tu cerebro y tus genes. La inmortalidad me plantea muchos interrogantes -¿quién decide quién vive para siempre? ¿serán los elegidos las personas más sanas? ¿qué pasa con los músicos o los autores excepcionales? - y creo que hay muchos dilemas éticos sobre la extensión de la vida. De hecho, ya hemos alargado nuestras vidas gracias a la sociedad moderna en la que vivimos y a las tecnologías para la salud. Es mejor pensar en calidad de vida. Lo realmente importante es que nos planteemos qué clase de vida queremos y qué es lo que debemos optimizar. Debemos automatizar las cosas con el objetivo de liberar tiempo para que los humanos nos podamos dedicar a vivir y crear. En la actualidad, la tecnología es como un gas que se expande para llenar cada instante de nuestras vidas; debemos recuperar el control de nuestro tiempo y desarrollar mejores sistemas e interfaces que trabajen a nuestro lado.
Mientras esperamos a que tenga lugar el prodigioso despertar de una mente de silicio, ese chispazo de conciencia que se ha dado en llamar la “singularidad maquinal”, llevamos en el bolsillo y tenemos en el escritorio poderosas máquinas inconscientes con las que interactuamos constante e intensamente.
Estos dispositivos quieren hacernos felices, desean crear un pequeño Edén de gratificaciones instantáneas y estímulos permanentes alrededor de nosotros, están programados para cumplir nuestros deseos incluso antes de que podamos formularlos, su misión es mantenernos contentos, pero también deben hacer que la empresa que los manufacturó se sienta satisfecha, al tenerla al tanto de nuestras costumbres, necesidades y pasiones, así como a todos los demás patrocinadores de las aplicaciones que usamos y a las que confiamos nuestro andar por el mundo, afiliaciones políticas e intereses. La información que generamos al recorrer el ciberespacio es de tal magnitud que no le alcanzaría la vida a un ejército de acuciosos analistas para seguirnos las huellas. Ahí vuelve a hacer su aparición la inteligencia artificial que hace posible dar sentido y categorizar cantidades monstruosas de información, realizar millones de operaciones repetitivas y reconocer patrones.
Como dice Jensen Huang, director y uno de los miembros fundadores de la empresa Nvidia: “La IA se está comiendo al software y en un futuro no veremos software que no siga aprendiendo con el paso del tiempo, que sea capaz de percibir, razonar, planear acciones y continuar mejorando mientras lo usamos”.
* Escrito por Emiro Vera Suárez, Profesor en Ciencias Políticas. Orientador Escolar y Filósofo. Especialista en Semántica del Lenguaje jurídico. Escritor. Miembro activo de la Asociación de Escritores del Estado Carabobo. AESCA. Trabajo en los diarios Espectador, Tribuna Popular de Puerto Cabello, y La Calle como coordinador de cultura. ex columnista del Aragüeño
La Biblia es un libro espiritual, pero algunas veces es explicado por hombres mentirosos que rompen con la estructura del Estado